EL ARTE DE COMUNICARNOS

CONCEPTOS Y TÉCNICAS PARA UNA
COMUNICACIÓN INTERPERSONAL EFECTIVA

Capítulo 5: Competencias Conversacionales

EL ROL DE LA INDAGACIÓN:

“Hacer preguntas es prueba de que se piensa” Rabindranath Tagore

Planteamos anteriormente que existe la creencia de que el hablar es el aspecto activo de la comunicación, mientras que el escuchar es considerado como pasivo. A su vez, cuando nos referimos al hablar automáticamente pensamos en expresar una idea, transmitir una información, convencer, persuadir, pero muy difícilmente relacionemos el hablar con el indagar, con formular preguntas. Podemos decir que, así como la escucha es el lado oculto de la comunicación, la indagación es el lado oculto del hablar.

Para desarrollar nuestra competencia comunicativa debemos manejar y administrar muy bien estas dos “energías” del hablar: el exponer y el indagar. Si tomásemos la idea oriental de que toda manifestación de la naturaleza tiene en su seno dos energías que se contraponen y complementan (el yin y el yan) y que el yin corresponde a la energía femenina que es más receptiva, sensible e intuitiva y que el yan es la energía masculina que es más activa, expansiva y de empuje, podríamos decir que en la acción del hablar estamos en la energía yan cuando exponemos y en la energía yin cuando indagamos.

Cuando exponemos, proponemos, alegamos, transmitimos una idea o argumentamos para fundamentar nuestro punto de vista, estamos en una actitud y una energía expansiva. Cuando indagamos para comprender en profundidad lo que nuestro interlocutor nos quiere transmitir, estamos en una actitud receptiva. Tanto el exponer como el indagar son componentes esenciales y necesarios del hablar, y en la medida en que desarrollemos nuestras competencias en ambas acciones y que sepamos balancear su utilización, mejoraremos notablemente nuestra efectividad en las conversaciones.

Para desarrollar nuestra competencia comunicativa debemos manejar y administrar muy bien estas dos “energías” del hablar: el exponer y el indagar

Indagar con maestría supone formular las preguntas pertinentes en cada momento de la conversación y con los distintos objetivos que sean oportunos en cada uno de ellos. Indagamos en función de dos tipos de objetivos diferentes: para obtener mayor información y mejorar nuestra escucha, o para guiar el proceso de pensamiento de nuestro interlocutor.

Dijimos anteriormente que la indagación es una de las herramientas que utilizamos para escuchar mejor. En este caso recurrimos a las preguntas para alentar a que nuestro interlocutor desarrolle un concepto, para obtener información más precisa y de alta calidad, para poder entender con mayor detalle y profundidad, para verificar nuestra escucha o para chequear un dato.

Pero también podemos utilizar preguntas que tengan como objetivo guiar procesos de pensamiento: reformular o cotejar razonamientos, indagar en los supuestos y creencias implícitas detrás de determinadas posiciones, revisar o desarmar inferencias, profundizar en los niveles de análisis y buscar nuevos sentidos e interpretaciones.

En este último aspecto, no podemos dejar de mencionar a quien ocupa un sitial privilegiado en la historia del pensamiento de la humanidad y ha trascendido por más de 2.500 años, entre otras cosas por su excelencia en el arte de indagar. Sócrates debatía, formaba a sus discípulos y provocaba el pensamiento a través de las preguntas. Sostenía que: “No puedo enseñarle nada a nadie, sólo puedo hacerlos pensar” y por lo tanto él, como gran maestro, conducía el camino del aprendizaje a través de las preguntas, dejando que sus interlocutores fuesen encontrando sus propias respuestas.

Sócrates denominó Mayéutica a esta metodología de indagación. Mayéutica quiere decir “arte de las parteras” y Sócrates utilizó el término en el sentido “el arte de dar a luz”. Recurrió a esta metáfora para señalar la profundidad de esta práctica de indagación, tal cual la concebía. Sostenía que él ejercía un arte parecido al de su madre, Fainarate, que era comadrona. Decía que las comadronas eran parteras de cuerpos, que ayudaban a dar a luz, pero no daban a luz, mientras que él era un partero de almas, que ayudaba a encontrar las respuestas, pero no daba respuestas.

Este método de indagación a través del cual guiaba a las personas a buscar nuevos sentidos y a reflexionar sobre distintas situaciones buscando otros puntos de vista, es lo más parecido a lo que hoy denominamos coaching. Una frase de Sócrates define con claridad este proceso: “Yo nada sé y soy estéril, pero puedo servirte de partera y por eso hago encantamientos para que des a luz tu idea”.